De la tranquilidad al tormento. De la alegría a la nostalgia. Del lento palpitar al desborde cardíaco. De la esperanza a la verdad.
Existen diversidad de técnicas aplicables a quienes viven en un reciente proceso de pérdida. Hay quienes recomiendan lo más básico: escribe una carta, rómpela o quémala; te ayudará a “sacar toda la emoción”. Yo preferí hablar hasta el cansancio con cualquier persona que estuviese disponible para escuchar.
Una persona que estimó por la ayuda en mi primer proceso de duelo (antes mi terapeuta), me recomendó dedicarle una hora de mis pensares a la situación que me envuelve en un manto tan irregular e impredecible,que al contacto me transmite lo recién mencionado. Admitió que en efecto, le he dedicado ya una pequeña porción de mi tiempo a la persona que parte de mis días y noches. Pero así como hay días de júbilo, hay otros en los que el tinte gris de la tristeza, me comparte de sus matices.
Solemos implorar por muchas cosas a la vida, al universo o incluso a Dios. Pedimos por una oportunidad para enmendar nuestros errores y cambiar el curso, que nos posiciona justo en donde nuestro ser yace ahora.Recuerdo perfectamente que una profesora (que dicho sea el paso, se gano mi cariño y respeto) (Profesora Griselda), en un ejercicio de imaginación, nos brindó la oportunidad de volver a visualizar a esa persona, en un estado de calma y dicha.
¿Saben cuántas veces he recreado el escenario de reencuentro?
Son muchas y cada una es distinta.
Si hoy está a mi alcance, el tener la oportunidad de volver a estar frente a esa persona, me llenaría de mucha felicidad, ver que sus ojos color café, brillan de forma discreta, pero, tan radiante. Su sonrisa desnudaría su careta de seriedad, dando paso a la alegría que transmite su ser, misma que fue retratada en una fotografía de su infancia mientras comía una fruta.
Qué las lágrimas que derramó y que pude presenciar, antes de alejarse, no endurezcan su corazón y sean convertidas en continuos y reales, más no aparentes, momentos de felicidad.
Me gustaría verla una vez más, con aquellas expresiones faciales, tan propios de ella, al vernos de nuevo después de un largo día.
En el contexto del mismo ejercicio, también me gustaría ver a Jesús, quien solía reír. Quiero ver al Jesús entusiasta y lleno de fe ante la vida.
Quiero encontrar mi versión que recién conocí apenas hace 12 meses atrás.