INTELIGENCIA EMOCIONAL

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I N T E L I G E N C I A       E M O C I O N A L.

Veo el deseo como la raíz de toda contradicción, el deseo dice que debo tener esto, que debo evitar eso, debo tener placer, ya sea el sexual o el placer de llegar a ser famoso, el de dominar placeres de diversas y sutiles clases. Al no conseguirlos, al no poder llegar a lo que quiero, hay el dolor de no lograr, que es una contradicción. Vivimos pues en estado de contradicción; debo pensar esto, pero pienso aquello; debo ser eso, pero en realidad soy esto, debe haber hermandad entre los hombres, pero soy nacionalista; me aferro a mi iglesia, a mi Dios, mi casa, mi familia, vivimos pues en contradicción. Esa es nuestra vida y esa contradicción no puede integrarse; esa es una de las falacias. La contradicción sólo termina cuando empiezo a comprender toda la naturaleza del deseo.

- Krishnamurti.-



Para entender el concepto de inteligencia emocional, necesitamos comprender lo que es una emoción. Sin necesidad de definiciones complejas de asimilar diremos que una emoción es un estímulo que causa una reacción energética y genera una alteración en el organismo. La emoción suele tener un fundamento a partir de un encadenamiento de eventos que impactan en la psique del individuo; esto quiere decir que la experiencia de dicho suceso envuelve una serie de cambios a nivel cognitivo y conductual. Las emociones son universales, pero la forma de expresión dependerá de la persona y por ende la intensidad de la emoción será proporcional al nivel de consciencia de los individuos. En la amplia variedad de textos relacionados con este tema encontraremos teorías en donde se menciona que la parte fisiológica tiene un gran peso de influencia sobre la reacción emocional de cada persona. Una que me intereso en el estudio de tal tema fue el modelo de los tres cerebros de Paul MacLean. Tal modelo teórico separa para su análisis tres regiones encefálicas, cuyo paso evolutivo tiene como consecuencia que cada región genere su propio funcionamiento. En primer lugar, se encuentra el "cerebro reptiliano" (denominado así por el uso de aquellas especies que lo emplean como medio de supervivencia) (ranas, lagartos, serpientes, etc.) Cómo bien se mencionó, esta región se encarga del control de instintos, lo cual previene de peligros y asegura la supervivencia. La línea evolutiva, dio a luz al desarrollo del denominado segundo cerebro o sistema límbico, mismo que se encarga de la gestión de las sensaciones y primer avistamiento de las emociones. El uso de este segundo sistema permite a los usuarios comenzar a ejercer la práctica de un proceso que va desde la observación de aciertos y errores y que culmina en la reflexión de estos últimos. Por último, el sistema más desarrollado que nos permite acceder a los procesos cognitivos más avanzados, se encuentra en el tercer cerebro, también conocido como neo córtex o corteza cerebral. Una de las tantas funciones de esta región cortical se centra en el análisis sistemático y progresivo de toda la información proveniente del entorno, misma que mediante el proceso adecuado, buscará la resolución de los problemas que se presenten en el medio. Cómo es un proceso de análisis, este permitirá clasificar las emociones y averiguar el punto de yacimiento. ¿Entonces podemos decir que la inteligencia emocional procede de la ejecución de toda la información que se procesa y asocia en cada región cerebral?

La teoría sirvió por muchos años como un sustento explicativo del origen de las emociones, dando a entender que tiene un atributo fisiológico, mismo que se compone de la actividad sináptica, secreción de neurotransmisores y la actividad cortical en general. Pero esto no quiere decir que para que existan emociones, únicamente se necesita de la regulación de nuestro sistema autónomo, también influyen diversos factores como los medios del desarrollo de los individuos, modelos de aprendizaje, sistema cultural de creencias, etc.

Pero entonces, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de la inteligencia emocional? En la década de los 90 Salovey y Mayer definieron a la inteligencia emocional como la capacidad de monitorear los sentimientos y las emociones propias y de los demás. Para lograr tal objetivo de identificación, primero debemos de percibir que acción ejercemos, o ejercen sobre nosotros y que reacción se desencadena en nuestro organismo. Aunado a esto debe de existir de por medio la facilidad de expresión de la emoción que se generó como respuesta a la estimulación, aún incluso cuando exista una dificultad para expresarla (siempre y cuando no se fuerce a la persona), esto permitirá una regulación adaptativa propia de la emoción.

Recuerdo que en una práctica, estaba atendiendo a una paciente y cuando surgió en el desarrollo de la entrevista el tema de su padre, comenzó a toser al grado de comenzar a regurgitar, por lo cual inicié a deducir que todo el procesamiento psíquico se manifestó en la funcionalidad orgánica, esto debido a que la información que contenía tal tema familiar, comenzaba a regular su estado de ánimo, mismo que por ser fuerte trataba evadir, pero su cuerpo comenzó a dar señales de la incomodidad de tal tema.

Para que no les suceda lo mismo que le ocurrió a mi entonces paciente, se sugiere que dentro de la gama de herramientas existentes en la inteligencia emocional, se genere la autorregulación que se constituye del control de los impulsos, para poseer el dominio sobre las emociones a voluntad, culminando en el estado de tranquilidad y relajación. Muchos confunden esta herramienta como la represión de las emociones (es decir, que no expresan y/o exteriorizan sus afectos). Las personas que consideran no expresar sus emociones o hablar de los conflictos que le provocan un estado de ánimo muy complejo para su dominio, son propensos a generar niveles altos de estrés, desgaste físico y mental, pensamiento cíclico que generan ansiedad, miedos, inquietudes, sensaciones de impotencia, etc.

En conclusión, la inteligencia emocional no es más que la adecuada gestión de emociones, que dependerá de nuestra elección y selección de cómo y cuándo expresar lo que sentimos de manera libre y responsabilizarse de las consecuencias que esto implica (lo mismo aplica para las personas que deciden no exteriorizar lo que sienten), para esto hay que distinguir el nivel de la intensidad de la impresión, creando coherencia sobre la causa y el efecto.

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